Después de muchos siglos en el olvido, los Juegos Olímpicos renacen en la era moderna con el impulso del Barón Pierre de Coubertin (23 de junio de 1894), que decidió restaurar el espíritu de los antiguos Juegos, dándoles un carácter internacional. Los actuales Juegos representan un evento importantísimo tanto en el ámbito puramente deportivo como en el político, en el económico y, en menor medida, en el cultural. El barón de Coubertin fundó el Comité Olímpico Internacional (COI), institución encargada de la organización de los Juegos . Los participantes de los juegos han de ser ciudadanos de un país cuyo comité olímpico nacional esté reconocido por el COI.
Los primeros Juegos de la Era Moderna se celebraron en Atenas en 1896, año a partir del cual se irían repitiendo cada cuatro años en diferentes partes del mundo hasta llegar a la actualidad ; sólo se suspendieron las ediciones de 1916, 1940 y 1944 a causa de las Guerras Mundiales.
El lema Olímpico, creado por el Barón, es una frase en latín: CITIUS, ALTIUS, FORTIUS, que significa más rápido, más alto, más fuerte, que refleja el estímulo a la superación de los deportistas.
Previo a la celebración de los Juegos, al igual que en la antigüedad se encendía una antorcha sagrada para simbolizar pureza, justicia y paz entre las naciones, de Olimpia parte una antorcha que recorre en relevos gran parte de los países participantes. La llama olímpica se incorpora a los Juegos en Ámsterdam 1928.
Pierre de Coubertin creó la bandera olímpica formada por cinco anillos de color azul, negro, rojo, amarillo y verde, sobre un fondo blanco, que simbolizan los cinco continentes unidos por el espíritu del deporte.
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